Ha muerto Felipito: Era “puntilloso y verborrágico”.

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Felipito Hidalgo. 
Foto cedida por Danny Gomez.


Por Marcelo Peralta
San Ignacio de Sabaneta, Santiago Rodríguez, R.D. Llevar cuenta de sus travesuras sería ceñir al hecho y llenar cuantas pantallas de computadoras para hacer del lector toda una retahíla de anécdotas y vivencias ocurridas en pueblos y centros de diversión a los que visitaba.
El que no compartió por horas, meses, semanas y años con Felipito no sabe de lo que era capaz, quien se convirtiera en un “trotamundos” en su propia ciudad, en Santo Domingo, la Región Noroeste y el Cibao, donde escogió su propio camino y destino.
Tanto se mudaba para Santiago, Santo Domingo y retornaba a San Ignacio de Sabaneta en la provincia Santiago Rodríguez y se convertía en una especie de “duende”.
Por su forma de ser nunca pudo establecerse en uno de esos lugares en donde era admitido entre amigos y conciudadanos.
“Puntilloso, introvertido, todólogo” y su vida fue como una especie de “trotamundos” y muy descarriada.
Su estilo te podía gustar más o menos, pero era innegable su formalidad, su verborragia, el don de llenar el aire con sus palabras, de estar todo el tiempo como preparando lo que iba a decir.
Era un hombre con una personalidad muy particular y con un estilo único.
A pesar de sus travesuras cometidas tanto en San Ignacio de Sabaneta, Santiago, la Capital y otros puntos del país, sin embargo murió en su casa tranquilo fulminado por un infarto cardíaco.
Fue muy simpático, dado, generoso y muy buena persona, con sus fortalezas, debilidades, fallas como cualquier ser humano, aunque dispuesto a escuchar al otro, a servir y a compartir.
Todos tenemos el mejor recuerdo de él, porque nunca, pero nunca, tuvo un conflicto con nadie.
Siempre estaba de buen humor, que te hacía bromas, trataba con respeto e igualdad y lo más fuerte que quedó de él era su sinceridad.
Fue un referente, persona jocosa, marcó una época y dejó su sello personal.
Disfrutó más que ningún otro sabanetero de su edad con dinero o sin dinero.
Se ganó el honor de imitar a personalidades empresariales, comerciales y de la política de su pueblo.
Paseó por el país disfrutando y solo la tumba donde descansará en el sepulcro y él serán los únicos testigos de lo que hizo o dejara de hacer en su vida.
Así recuerdan sus amigos y compueblanos a Felipito Hidalgo que este lunes falleció en su casa tras sufrir un infarto cardíaco.
La noticia causó conmoción en todo el pueblo de San Ignacio de Sabaneta y repercutió en Santiago y la Capital donde era ampliamente conocido, donde era habitual visitaba centros de diversió a compartir con sus conciudadanos sabaneteros.
Todos y todas han expresado las condolencias a sus familiares, especial a sus padres Felipe Hidalgo y a Doña María y rogando a Dios por el destino de su alma.
Felipito era dueño de una “personalidad única” e insustituible muy difícil a suplantada.
Conocía al dedillo a personalidades de renombre.
Una cualidad que nunca perdió fue la de estar ligado con personas de estratos sociales y económica.
Era jocoso, diligente, lo sabía todo y le gustaba hacer pasar el tiempo dentro de los niveles de camaradería.
El humor fue otro de los aspectos que destacaron a Felipito con sus amigos y allegados. 
Ganó fama por su estilo de imitar a personajes políticos y empresarios de la provincia Santiago Rodríguez.
Este hombre separaba muy bien su vida de ocio, selectivo a la hora de compartir, con quién, cómo, en forma que llamaba enormemente la atención de los presentes.
Al saber la triste noticia de su deceso aún estoy en shock por su muerte, y con el valor agregado de haber tenido que informarlo a  miles de personas vía prensaglobaldigital.
La tarde de este lunes estaba dormido cuando replicó mi celular de una llamada de alguien que solo atinó decirme: “Murió Felipito Hidalgo”, pero no quiso decir nada.
Me decidí averiguar con varios sabaneteros quienes llame por las vías de comunicaciones y me respondieron que lamentaban su ida a destiempo.
Me ha tocado dar esa noticia tan dolorosa y trato de hacer una crónica con la mayor coherencia posible cuando, en realidad, lo único que quisiera hacer uno es apagar la luz y ponerse a llorar.
Pero bueno, este oficio me lleva a esto y es mi debe ciudadano.
Durante el discurrir del tiempo quienes lo conocimos, compartimos y tratamos sin importar las circunstancias, nos daremos cuenta que hemos perdido a un personaje pintoresco, un verdadero “ícono”, que era una especie aves “Ave Fénix” que surgía desde las cenizas.
Vivió entre aventuras y de nuevos lugares sin lograr afincarse.
Recorrió distintas regiones, conoció gentes de negocios importantes, se empapó de conocimientos y aprendió formas de sobrevivir.
Convertirse en trotamundos pudo provocar que cayera en situaciones “anormales” de carácter moral, de cuyas acciones fui testigo ocular.
Nunca logró afincarse en ningún sitio.
Le faltó estar establecido, aunque nunca de sobra tenía grupos sociales con quienes compartir que lo apreciaban basado en sus jocosidades.
Felipito sintió deseo de cruzar fronteras y descubrir nuevos horizontes.
Llegan a cierta edad creyendo que no necesitan pisar otro suelo, pero una serie de circunstancias inesperadas lo llevan a encontrarse con esa sed de cambio que no habían conocido hasta entonces.
En el comportamiento de la persona ya adulto el tipo de crianza hogareña puede influir directamente en el ser humano.
Los niños que crecen en entornos con estas características no pueden mirar hacia fuera, y muchos deciden conservar una forma de pensar al lograr su independencia en la edad adulta.
La literatura es una fuente de riqueza incomparable, puede abrirnos al mundo sin necesidad de movernos del hogar, es un ingrediente ideal para fomentar el gusto por viajar.
Cuando la crianza de una persona no establece barreras entre ella y el conocimiento, aumentan las probabilidades de que desee volar y conocer otros lugares y sonidos.
Cuando la imagen de Felipito comenzó a aparecer en la palestra pública, llamó la atención de muchas personas porque se cobijaba bajo un árbol de sombra diáfana, que era cuando estaba al lado de Juan Rafael Peralta Pérez.
“Ojalá que Felipito esté en paz”.



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