Las huellas de Doña Ángela.

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Doña Ángela foto tomada por Marcelo Peralta celebrándole su cumpleaños en el apartamento de tu sobrina Adalgisa Germoso. 

Por Marcelo Peralta
Doña  Ángela, se has ido y al partir a la otra vida ha dejado muchos corazones heridos por el gran corazón que tenía y de nobles sentimientos.
Era, un ser humano muy solidario, consejera cabal.
Los seres humanos venimos a este mundo por y para algo.
Nada es casualidad, sino causalidad.
Todo lo que se hace ya estaba escrito.
Lo que tenemos que hacer en este paso por la vida no sea sólo un nombre o un número de identidad, es tratar de ser una persona que se recuerde por los que quedan vivos.
Venimos a este globo terrenal a dejar una enseñanza, que las personas sean recordadas por las buenas obras que hacen.
Por las ayudas desinteresadas a favor de sus semejantes.
Ella, era tía de la periodista Adalgisa Germoso.
Hay acciones que marcan nuestras vidas y con las enseñanzas se tiene la suerte de haber personas que sin ser un estudioso de libros su experiencia nos deja buenos recuerdos y pasen los años y nunca se olvidará.
Siempre sale al encuentro algo que nos ha enseñado en una breve historia personal.
Doña Ángela tuvo unos años de vida muy duros donde había que trabajar para producir para mantenerse.
Cuando en la hora del café en el apartamento de su sobrina la periodista Adalgisa Germoso nos enseñó su solidaridad, nos enseñó que más vale dar que recibir, que uno se siente mejor con ello, aun cuando otros puedan pensar que se es tonto dar algo a quien no se lo merece.
Decía que eso no era lo importante, que lo que tenía valor, es que esa otra persona que recibiera lo que dábamos nunca nos olvidaría.
Ella era una mujer autodidacta y siempre me asombraba su gran capacidad de saber todo lo que uno le preguntaba, respetaba los criterios de los demás, callaba cuando los demás hablaban, prestaba atenciones hasta a los niños, jóvenes y adultos   demostrando que era una persona muy culta.
Y eso hace que sea una persona que haya dejado huellas que perdurarán por muchos años en las mentes de quienes la cocimos y tratamos.
La solidaridad fue su gran amor para todos los que lo necesitaban.
Siempre tenía una palabra amable, un gesto de amor y de ayuda hacia quienes la requerían.
No había sol, lluvias y noches que la detuviera cuando salía a visitar a familiares y a enfermos.
Su rostro y mirada fija hará que la recordaremos por muchos años.
Ya que ella no está, sin embargo, conocí en ella a una mujer que sin ser un letrado, con una edad avanzada, tenía siempre la palabra exacta para hacerte sentir al hablar.
Su sonrisa, sus ojos limpios, serenos, nunca se alteraba, y si lo hacía pedía disculpas porque en sus adentros llevaba un corazón frágil y noble.
Nunca la vi afligida aunque tuviera destruido su corazón.
Lo demostró en la enfermedad de su también sobrino Joaquincito que al medio día y con un sol radiante le llevaba comida y medicina mientras estuvo en su lecho.
Doña Ángela era una humilde servidora para todos, y ahora que Dios le ha pedido cambiar de residencia, eso le hace que sea entre nosotros más inolvidable.
Su aguda voz no se confundía con nada ni nadie.
¡Era única!
Ralph Waldo Emerson decía: No vayas por donde el camino te lleve, ve por donde no hay camino y dejas tus propias huellas.
Las huellas y raíces de Doña Ángela, quedaron plantadas muy profundas en la vida de quienes la tratamos.

Hasta luego Doña  Ángela.

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