Los veinte dolares de Paino Leclerc








Por Luis Amilkar GomezEs increíble la cantidad de sabaneteros que vive en Estados Unidos, sobre todo en los estados de Nueva York y Nueva Jersey.

Son muchas las historias y anécdotas que se han contado acerca del paso de mis compueblanos por estas "urbes", pero poco se ha escrito sobre las mismas. 
Trataré de contar algunas a través de este medio.
Perdonen que comience por mí mismo y lo hago para que nuestra gente se entere de la solidaridad que ha existido entre nuestros compueblanos

Quiero hablar de un pequeño gesto que marcó lo que debería ser mí vida en los Estados Unidos.
Llegué a esta nación el 30 de junio de 1984. Como no tenía ni siquiera un primo en los "nuevayores", le pedí a mi gran amigo y hermano bolsillero, Roberto Cabrera, que me recibiera en su casa.
 El Mago Bono, como se conocía en Sabaneta, me recibió gustosamente en su apartamento de Broadway Terrace junto a su entonces esposa Fiordaliza. 
De ahí reboté a casa de El Bichán y su esposa Elsa en lo que para ese entonces era la peligrosa calle 160 entre las avenidas Broadway y Amsterdan.
 Parece que la noticia corrió rápido entre los sabaneteros de que yo estaba en la ciudad y que estaba pasando ciertas dificultades al no tener todavía trabajo. 
En esas circunstancias apremiantes de mi vida fué que apareció mi amigo y hermano de la infancia José Valerio. 
Tonén, como todos lo conocen en nuestro pueblo, prácticamente me dijo "se acabaron las vicisitudes, usted va a vivír en mi casa hasta que arranque".
 Con Tonén comenzamos a contactar a la mayoría de sabaneteros que para ese entonces vivían en La Gran Manzana.
 Uno de ellos fué Paulino Leclerc (Paíno), con quien nos reencontramos después de muchos años sin vernos. Al despedirnos, Paíno se acercó sigilosamente a mí y sin que los demás lo notaran puso algo en una de Al abrír la mano me dí cuenta que era una papeleta de 20 dólares y se alejó diciéndome: "esos son los veinte dólares de la suerte".
 Con el tiempo, supe que lo de los 20 dólares es una costumbre centenaria, entre los millones de hombres y mujeres del mundo que hemos llegado a la ciudad del Hudson como inmigrantes.
 A partir del gesto de Paíno creo que nunca me han faltado los 20 dólares en el bolsillo. 
El otro día lo llamé para darle las gracias y dejarle saber lo mucho que significó ese hecho solidario para conmigo.
La emoción casi nos hízo llorar.
En un próximo artículo, voy a dar a conocer a ustedes que me hacen el favor de leerme, la humildad y la grandeza de un hombre sencillo y trabajador como lo es el sabanetero Paíno Leclerc.
 La lección de solidaridad que me dió mi coterráneo sabanetero la he extendido a otros amigos y familiares, a quienes con la valiosa papeleta con la foto de Jackson, les he deseado también lo mejor en esta vida difícil lejos de nuestra tierra.
 No le deseo a nadie ser extranjero. No importa cuánto dinero se acumule, cuanto bienestar se posea, siempre se siente el vacío del terruño que se dejó atrás y de aquella infancia que ya nunca volverá.
 Se lo dice alguien que ya ha acumulado 36 años alejado del lar nativo.
Y con la patria siempre en el corazón.

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